“No llegaban a comprender la significación real de los
conceptos matemáticos" (Dienes, 1970, p. 5).
“Se tenía la impresión que los alumnos aprendían en clase a
manejar las operaciones aritméticas básicas y los algoritmos más frecuentes y
poco más" (Schoenfeld, 1985, p. 26).
Los profesores e investigadores de la década de los 50, 60 y
70 consideraron la necesidad de un cambio en los programas de las matemáticas
escolares. Entendían que algunos de los contenidos, principalmente
algorítmicos, habían perdido importancia en el desarrollo matemático. Esta
reflexión sigue siendo muy pertinente actualmente ya que las necesidades de
la sociedad del siglo XXI y el desarrollo de tecnologías educativas, entre
otras variables, tienen que llevar aparejado una renovación en los programas,
provocando la pérdida de importancia o desaparición de algunos de contenidos y
la revalorización de otros.
Cambiar aspectos metodológicos en las aulas se consideraba
esencial para poder llevar a cabo una renovación en la enseñanza. Es decir, la
renovación de contenidos, aunque necesaria, no es suficiente si no va
acompañada de una nueva práctica pedagógica. "Demasiados ensayos
educativos incurren en la triste paradoja de pretender enseñar las matemáticas
modernas con métodos arcaicos, es decir, esencialmente verbales y basados
sólamente en la transmisión más que en la reinvención o redescubrimiento"
(Piaget, 1978, p. 185).
Esta paradoja fue recordada 25 años después por Romberg
(1991) al señalar que el movimiento de las matemáticas modernas realizó algunos
cambios en los contenidos pero muy pocos en las tradicionales prácticas metodológicas
en las aulas. Algo similar sucede con la consideración
de la resolución de problemas como contexto para el aprendizaje matemático, que
aparecía en los currículos de los 90’, y que no se refleja en la práctica
docente. En la actualidad, esta consideración es especialmente importante. De
alguna manera, la paradoja señalada por Piaget se observa en algunas prácticas
actuales, incluso con el uso de las nuevas tecnologías, donde el estudiante
observa y repite lo que el profesor muestra en la pantalla.
Los autores se manifestaban contundentes en su crítica al
plan de enseñanza tradicional y a la práctica en el aula con argumentos que
podrían ser motivo de investigaciones educativas actuales y que nos sirven para
reconsiderar aspectos importantes en cualquier propuesta curricular. Recojo, en
esta y la siguiente entrada, algunas aportaciones al respecto.
Se indicaba como defecto muy grave la falta de
motivación. Los aprendices estudiaban porque se les obligaba a ello y
argumentaban que defender los contenidos matemáticos “diciendo que se
utilizarán después en la vida. … Esta motivación es como ofrecer la luna”
(Kline, 1978, p. 13). Ya reconocían que gran parte del fracaso en la enseñanza
de las matemáticas se debía a la falta de motivación, junto a factores afectivos,
por ello la motivación del estudiante debe buscarse desde un punto de vista más
amplio, más allá del posible interés intrínseco de la matemática y sus
aplicaciones (Guzmán, 1992). Es evidente que la motivación es un elemento que
promueve o inhibe la conducta de los aprendices y que en su consideración se
reflejan aspectos individuales y sociales.
Los enunciados de los problemas “son desesperadamente artificiales y no convencerán a nadie de que el álgebra es útil” (Kline, 1978, P. 16), destacando la repetición más que la variación (Romberg, 1991). Los enunciados de los problemas (vocabulario, contexto, formato, etc.) es importante porque “la forma en que se presenta el enunicado es uno de los factores del éxito o del fracaso del resolutor” (Mialaret, 1986, p. 67). Los enunciados, contextos y tipos de problemas siguen siendo en los materiales actuales muy tradicionales y alejados de las inquietudes y necesidades de la población escolar, la mayoría inciden en la repetición de situaciones explicadas para memorizar algoritmos y pocos donde se les planteen situaciones nuevas que tengan que investigar (Álvarez y Blanco, 2015).
La falta de adaptación de los textos y materiales escolares a las reformas curriculares, fue puesta de manifiesto en Dorfler y Mclone (1986), incidiendo en su importancia por cuanto determinan las matemáticas escolares por el uso y la dependencia que los profesores tienen de ellos para su actividad docente, y la falta de adaptación. Los libros de texto son mediadores entre el currículo y el aula y, en muchos casos, son el único nexo de unión entre estos (Álvarez y Blano, 2015). Anteriormente, Kline (1978) reprochó su la falta de calidad y de originalidad y la repetición de los mismos y la influencia del mercado y su distribución comercial en su contenido, estructura y difusión. Consecuentemente, la elaboración y revisión de los materiales escolares (en papel o digitales) y su adaptación a la nueva propuesta curricular debiera considerarse con rigor por las administraciones educativas. Sin esta revisión será difícil que el nuevo currículo se lleve a cabo con éxito.
Blanco Nieto, L. J. (2022). Reflexiones curriculares desde la historia de la educación matemática, en l segunda mitad del siglo XX. En Blanco Nieto, L.J.; Climent Rodríguez, N.; González Astudillo, M.T.; Moreno Verdejo, A.; Sánchez-Matamoros García, G.; de Castro Hernández, C. y Jiménez Gestal, C. (Editores) (2022). Aportaciones al desarrollo del currículo desde la investigación en educación matemática. Editorial Universidad de Granada. 17 – 36.
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