Espero que os guste, estéis o no de acuerdo, pero en todo caso que os sirva para reflexionar sobre la situación actual.
Emociones,
matemáticas y acción política.
Lorenzo J.
Blanco Nieto
Catedrático
(jubilado) de Didáctica de la Matemática de la Universidad de Extremadura
En el primer
día de clase señalaba, a los futuros maestros de la Facultad de Educación, que
mi objetivo principal era que pudieran visualizar las matemáticas como una
asignatura agradable, motivadora y útil en las acciones cotidianas.
Usualmente, se
alzaba alguna voz que decía algo así como “conmigo lo tienes crudo”. Curiosamente,
estos mismos estudiantes reconocían la importancia de las matemáticas y que su
conocimiento les sería útil en la vida. Una paradoja que se movía entre lo
afectivo y lo cognitivo. Expresiones similares cargadas de negatividad hacia
las matemáticas fueron continuas, dentro y fuera del aula, pero nunca me
desanimaron.
Aprendí que para
captar la atención de los estudiantes desencantados no debía repetir tareas y
argumentos que ellos habían experimentados en su etapa escolar y que estaban en
el origen de sus pensamientos. Era necesario un cambio de estrategia, aun
sabiendo que hay contenidos matemáticos y actividades que, inevitablemente,
teníamos que abordar. El primer paso era conectar con los estudiantes y que se
mostraran receptivos. No era sencillo. Entendía que lo emocional y racional tenían
que considerarse de manera integrada, para poder abordar con éxito cualquier actividad
por simple que fuera.
Esta misma
conclusión, que condicionó mi actividad profesional, me viene a la memoria
ahora en estos momentos de convulsión política donde es difícil el debate
racional y pausado. En ocasiones, a juzgar por las voces y reacciones que
provoca, es un peligro intentarlo. Veo a amigos míos queriendo transmitir sus
ideas o recordar situaciones que fueron aceptadas en su momento, reiteradas en
todos los medios a lo largo de los años que no son reconocidas por los
interlocutores, aferrados a unos pensamientos negativos y una escasa voluntad
de escuchar (diferente de oír).
Así, aquellos
que están muy molestos con los pactos de Sánchez con los independentistas y filoetarras
seguirán estándolo porque el argumento de que Aznar pactó con ETA (los llamó Movimiento
de Liberación Nacional) o que Samper, segundo de Feijoo, señaló la conveniencia
de pactar con Bildu, o el más reciente, de que el PP prefiera a un colega de
Puigdemont (por supuesto, independentista) en la alcaldía de Barcelona ante que
al candidato del PSOE no les convencerá. Es como si estas situaciones no
hubieran existido.
Otras personas
se preguntan cómo es posible que aquellos que se han beneficiado de la subida
del salario mínimo interprofesional, de las subidas de las pensiones o de la
reforma laboral, que eran medidas justas y necesarias para mejorar sus vidas,
prefieran a aquellos que votaron en contra de estos decretos y que cuando
puedan derogarán algunos de ellos, según van anunciando. Da igual que los
indicadores europeos muestren que la economía española está entre las de mayor
crecimiento o que el número de empleos sea, actualmente, el mayor de nuestra
historia. Una encuesta reciente señalaba que más del 60% de los ciudadanos percibían
que en los últimos años había mejorado su economía personal y de su entorno y, aún
así, un porcentaje ligeramente mayor criticaba la política económica del
gobierno, apoyándose en otras cuestiones al margen de la economía real.
El debate
político no se mueve dentro de la racionalidad y sí en un ámbito personal condicionado
por emociones y arrastrado por el impulso actual de posicionarse en contra del
gobierno, aunque eso pueda perjudicar los propios intereses. El problema
generado con los ganaderos en Castilla León es un ejemplo de lo que puede pasar
al dejarse arrastrar por esa ola irracional de ir a la contra, no hacer un
análisis de la realidad y apoyar medidas ilegales. Mas cerca, el cambio de
posición sobre la fusión en Don Benito puede desencadenar un conflicto local (ataques
a empresarios que están a favor de la fusión) sólo porque que no gobierne la
lista más votada, en contra de lo que se pregonaba.
Al igual que la
paradoja inicial modificó nuestras programaciones educativas, también algunos
debieran pensar que su argumentario no puede ser repetir explicaciones que no
llegan al votante, aunque puedan ser ciertas. Ya no vale decir que viene la
ultraderecha y, por ejemplo, el discurso entre lo público y privado tiene que
modificarse. No cuesta nada señalar algunos errores en legislaciones con una
buena finalidad, pero mal gestionadas. Y así, otras cuestiones.
El debate
político debiera adaptarse a la situación real, analizando la realidad,
considerando de dónde venimos y articulando un discurso sobre las ideas núcleo que
nos permitan adentrarnos en el siglo XXI. Su objetivo debiera ser llegar con
claridad a todos los ciudadanos y posibilitar que reflexionen sobre las
cuestiones que realmente condicionan su vida (empleo, salarios, educación,
sanidad, relaciones personales, cambio climático, …). Enviar mensajes fijos
para buscar la adhesión incondicional puede funcionar, pero no me parece
adecuado ni oportuno.
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