Catedrático de Universidad (Jubilado) de Didáctica de la Matemática. Universidad de Extremadura.

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jueves, 15 de junio de 2023

Emociones, matemáticas y acción política. Diario HOY (15/06/2023)

Mi experiencia como docente e investigador en educación matemática y me interés por la política me ha llevado a una reflexión sobre la relación entre emociones y política que os dejo. El artículo se ha publicado en el diario HOY (15/06/2023).

Espero que os guste, estéis o no de acuerdo, pero en todo caso que os sirva para reflexionar sobre la situación actual.


Emociones, matemáticas y acción política.

Lorenzo J. Blanco Nieto

Catedrático (jubilado) de Didáctica de la Matemática de la Universidad de Extremadura

 

En el primer día de clase señalaba, a los futuros maestros de la Facultad de Educación, que mi objetivo principal era que pudieran visualizar las matemáticas como una asignatura agradable, motivadora y útil en las acciones cotidianas.

Usualmente, se alzaba alguna voz que decía algo así como “conmigo lo tienes crudo”. Curiosamente, estos mismos estudiantes reconocían la importancia de las matemáticas y que su conocimiento les sería útil en la vida. Una paradoja que se movía entre lo afectivo y lo cognitivo. Expresiones similares cargadas de negatividad hacia las matemáticas fueron continuas, dentro y fuera del aula, pero nunca me desanimaron.

Aprendí que para captar la atención de los estudiantes desencantados no debía repetir tareas y argumentos que ellos habían experimentados en su etapa escolar y que estaban en el origen de sus pensamientos. Era necesario un cambio de estrategia, aun sabiendo que hay contenidos matemáticos y actividades que, inevitablemente, teníamos que abordar. El primer paso era conectar con los estudiantes y que se mostraran receptivos. No era sencillo. Entendía que lo emocional y racional tenían que considerarse de manera integrada, para poder abordar con éxito cualquier actividad por simple que fuera.

Esta misma conclusión, que condicionó mi actividad profesional, me viene a la memoria ahora en estos momentos de convulsión política donde es difícil el debate racional y pausado. En ocasiones, a juzgar por las voces y reacciones que provoca, es un peligro intentarlo. Veo a amigos míos queriendo transmitir sus ideas o recordar situaciones que fueron aceptadas en su momento, reiteradas en todos los medios a lo largo de los años que no son reconocidas por los interlocutores, aferrados a unos pensamientos negativos y una escasa voluntad de escuchar (diferente de oír).

Así, aquellos que están muy molestos con los pactos de Sánchez con los independentistas y filoetarras seguirán estándolo porque el argumento de que Aznar pactó con ETA (los llamó Movimiento de Liberación Nacional) o que Samper, segundo de Feijoo, señaló la conveniencia de pactar con Bildu, o el más reciente, de que el PP prefiera a un colega de Puigdemont (por supuesto, independentista) en la alcaldía de Barcelona ante que al candidato del PSOE no les convencerá. Es como si estas situaciones no hubieran existido.

Otras personas se preguntan cómo es posible que aquellos que se han beneficiado de la subida del salario mínimo interprofesional, de las subidas de las pensiones o de la reforma laboral, que eran medidas justas y necesarias para mejorar sus vidas, prefieran a aquellos que votaron en contra de estos decretos y que cuando puedan derogarán algunos de ellos, según van anunciando. Da igual que los indicadores europeos muestren que la economía española está entre las de mayor crecimiento o que el número de empleos sea, actualmente, el mayor de nuestra historia. Una encuesta reciente señalaba que más del 60% de los ciudadanos percibían que en los últimos años había mejorado su economía personal y de su entorno y, aún así, un porcentaje ligeramente mayor criticaba la política económica del gobierno, apoyándose en otras cuestiones al margen de la economía real.

El debate político no se mueve dentro de la racionalidad y sí en un ámbito personal condicionado por emociones y arrastrado por el impulso actual de posicionarse en contra del gobierno, aunque eso pueda perjudicar los propios intereses. El problema generado con los ganaderos en Castilla León es un ejemplo de lo que puede pasar al dejarse arrastrar por esa ola irracional de ir a la contra, no hacer un análisis de la realidad y apoyar medidas ilegales. Mas cerca, el cambio de posición sobre la fusión en Don Benito puede desencadenar un conflicto local (ataques a empresarios que están a favor de la fusión) sólo porque que no gobierne la lista más votada, en contra de lo que se pregonaba.

Al igual que la paradoja inicial modificó nuestras programaciones educativas, también algunos debieran pensar que su argumentario no puede ser repetir explicaciones que no llegan al votante, aunque puedan ser ciertas. Ya no vale decir que viene la ultraderecha y, por ejemplo, el discurso entre lo público y privado tiene que modificarse. No cuesta nada señalar algunos errores en legislaciones con una buena finalidad, pero mal gestionadas. Y así, otras cuestiones.

El debate político debiera adaptarse a la situación real, analizando la realidad, considerando de dónde venimos y articulando un discurso sobre las ideas núcleo que nos permitan adentrarnos en el siglo XXI. Su objetivo debiera ser llegar con claridad a todos los ciudadanos y posibilitar que reflexionen sobre las cuestiones que realmente condicionan su vida (empleo, salarios, educación, sanidad, relaciones personales, cambio climático, …). Enviar mensajes fijos para buscar la adhesión incondicional puede funcionar, pero no me parece adecuado ni oportuno.

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